Pequeña, pues llega tan solo al metro sesenta. Pero no por eso hay que subestimar el alcance de sus cachetadas. Lo aprendí desde muy chico, cuando le respondía altanero o decía algo indebido.
Su mano se batía en el aire más rápido que el impulso nervioso que me hacía esquivar el golpe. Tenía 10 años y no podía esquivar los golpes de mi madre. Cosa muy difícil, en serio.
Pasaron los años y mi destreza aumentaba, poco a poco podía esquivarlos con agilidad. Sonriente tras la primera vez no me di cuenta que un segundo golpe venía con el gancho izquierdo. Cuando mi habilidad se había desarrollado la edad hacía menos frecuente ese tipo de episodios. Me sentía aliviado, ya no tenía porqué esquivarlos.
El lunes por la tarde no fue el mejor día para ser cobrador de la línea número 10 que pasa por la avenida Brasil. Los manasos de mi madre no habían perdido la rapidez de antaño a pesar de sus 60 años, que mas bien los tiene bien llevados.
El conductor del micro, como muchos en esta ciudad, corría como si no tuviera madre. Pero seguro la tenía porque mi madre se la recordaba todo el camino. Luego de perder la paciencia muy rápido, mi progenitora hizo lo que pocos en un transporte público hacen: defender sus derechos. "No somos animales, no somos ganado, no somos paquetes para que conduzca así!! irresponsable!!" era el nivel básico de las quejas. Poco a poco comenzaron a brotar las lisuras, demostrando el buen repertorio que tenía mi mami.
"Hospital militar bajan!!" dijo ya molesta. El cobrador que no tenía idea de lo que le esperaba contesto altanero a la petición de mi madre. Abrió la puerta y se quedo apoyado en el marco, esa clásica manera de hacer bajar los pasajeros cuando están en carrera o cuando no tienen el más mínimo reparo en moverse.
"Baje ud. primero" dijo con tono amenazante mi madre. El cobrador la miro y contesto de la peor forma, retándola: ¿Por qué? Un pequeño silencio acompañó la tensión en el micro.
"Porque es su deber acompañar al pasajero hasta afuera, tiene que protegerlo al bajar...ese es su deber" respondió mi madre con la misma determinación que antes.
El cobrador, en su salsa, sonrió y le dio su respuesta: No
"A no?".....
Lo siguiente paso en tan solo milésimas de segundo. No le dio tiempo, lamentablemente él no había entrenado tanto como yo y lo más probable es que ni yo con tantos años de práctica hubiera podido esquivar ese manaso imbuido en pura cólera. La mano se batió y dio en el blanco. El cobrador sí bajo, pero fue el impulso generado por el golpe lo que hizo que bajara fuera del micro.
Ese fue probablemente el último día que ese cobrador osó comportarse como un patán delante de una señora de 60 bien llevados.
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3 comentarios:
Demasiado genial Tu madre es lo máximo
Interesante, mi estimado... Realmente interesante.
Respetable... sobre todo si uno tiene la indecente combinación de mala educación y malos reflejos jajaja...
mira este blog, realmente es bueno... http://www.dosisdiarias.com
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