miércoles, 9 de abril de 2008

Le grito a las cosas inanimadas y nadie me entiende

Es una manía que disfruto bastante, pero no podría decir lo mismo de la gente que vive conmigo. Ellos, a los que llamo familia, no entienden mi verdadera naturaleza, de la que son en realidad los culpables.

Soy el menor de tres, el primero me lleva 12 años y el segundo 8 años. Pase mi niñes inventando millones de juegos, pintando las paredes y desarmando todos mis juguetes. Cuando tenia 8 años mis hermanos tenian 16 y 20 años, y a pesar de la diferencia de edades compartiamos un pasatiempo común: La televisión. Mis padres no encontraron mejor solución para callar a un hijo tan hablador que poner la TV en mi cuarto, algo tiene que distraer al muchacho pensaron. Esto tuvo algunos efectos a futuro, pero de eso se hablará en su momento. Sin embargo, por más que viviéramos en la misma casa, ellos eran grandes y yo pequeño.

Citando al Chavo: " es que no me tienen paciencia", podría haber dicho más de un millón de veces y el cocacho respectivo asemejaba aún más el drama al de Chespirito. Poco a poco aprendí a lidiar con los gritos: "cállate...sal de acá...." tienen que entender que la impertinencia es natural en los niños. Ellos lo sabían, pero tal vez yo era un poco más lacra. Aprendí a hacerme el ahogado, a esquivar los zapatos y de vez en cuando desaparecía si era necesario. No demando a mi familia por maltrato, si yo hubiera estado ahí probablemente hubiera hecho cola para darme un zapatazo. Sea como sea, era pequeño, pero ya no debía serlo...si es que quería seguir viviendo.
Son todas estas cosas las que hicieron de mí un muchacho algo amargado y renegón, pero aún así me soporto.

Hoy cumplo 23 años, una vida de interminable batalla. Día a día combato con lo que me irrita, cuento hasta diez, recito el abecedario, diagramo arboles genealógicos completos...siempre empezando por la madre de alguien...de preferencia la suya, no la mía.

Son mis enemigos: las patas de las sillas, los objetos sensibles a la gravedad, los cobradores que piensan que sus transportes son latas de sardinas, los taxistas careros, la gente que camina lento en el supermercado, los que preguntan lo obvio como: "¿te cortaste el pelo?...no cojuda me creció la cabeza...repetir las cosas más de una vez, que la gente no recuerde lo que repito, la gente que corta a otros, la gente que no se escucha. Y un número un poco más grande de individuos, objetos y situaciones que me irritan pero aún no conozco.

Poco a poco, espero no aburrirlo, revelaré la lista y dejará de pensar que solo soy un loco con un teclado debajo de las manos.

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